En los rincones rurales del departamento de Malargüe, donde las distancias parecen agrandarse, una mujer ha dedicado más de dos décadas a acercar soluciones, sembrar futuro y acompañar a quienes más lo necesitan. Su nombre es Viviana Hernández, y aunque hoy se encuentra sin trabajo formal, sigue adelante con el mismo compromiso con el que caminó cada puesto y cada aula rural desde hace 24 años.

La historia reciente de la huerta y el invernadero escolar en la Escuela Secundaria N° 4-200 “Alberto Daniel Eraso”, en el paraje Ranquil Norte, es solo uno de los tantos frutos de su vocación. Este proyecto, titulado “Agricultura Escolar para una Alimentación Saludable”, fue presentado y gestionado por ella ante la Fundación Carlos Díaz Vélez (que tiene como misión promover la educación integral en el medio rural y agropecuario facilitando tanto la calidad de vida como el desarrollo personal). De esta manera, Hernández logró los recursos para construir un invernadero de altura, resistente al duro clima malargüino, que hoy produce verduras para el comedor escolar y para las familias del lugar.

Los estudiantes participaron activamente: prepararon la tierra, construyeron canteros, sembraron y cosecharon. En el camino, aprendieron sobre alimentación saludable, agricultura sustentable y sobre algo aún más valioso: el trabajo colectivo.


Pero este no fue su único logro. Viviana también acompañó otros proyectos en escuelas rurales como “Sembrando en la Escuela” y “Construyendo Futuro”, gestionó talleres de hilado y curtiembre ecológica, construcciones de viviendas rurales, redes de riego, cobertizos, baños y mucho más. En sus informes —que ella misma presentó al Honorable Concejo Deliberante de Malargüe— quedan registrados años de labor invisible pero fundamental para el desarrollo de las comunidades rurales.

“Soy una apasionada de este trabajo. A pesar de no tener empleo hoy, sigo buscando la manera de salir adelante, de aportar, de ayudar. Estos proyectos no son míos: son de toda la comunidad.”, afirmó la mujer con la humildad de quien conoce el valor del compromiso.

Más que técnica, un pilar comunitario
A lo largo de 24 años —primero en el Programa Social Agropecuario, luego en la Secretaría de Agricultura Familiar, y hasta marzo de 2024 en el INAFCI— Viviana ha sido mucho más que una técnica de terreno. Fue mediadora, gestora, tallerista, acompañante social y, sobre todo, nexo humano entre el Estado y los sectores más vulnerables.

El recorte presupuestario a nivel nacional afectó al Instituto Nacional de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (INAFCI), por lo que ella y sus compañeros se quedaron sin trabajo. Actualmente, continúa trabajando ad honorem, convencida de que la transformación social nace desde el territorio, con trabajo, organización y corazón.



