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Sociedad

Fiesta del Chivo en Malargüe un eco en la eternidad

Por Doctor Sergio Eschler

Yo soy toro en mi rodeo/ Y torazo en rodeo ajeno;/ siempre me tuve por güeno/ Y si me quieren probar, / Salgan otros a cantar/ Y veremos quién es menos”. Fragmento del Martín Fierro

Para desarrollar la historia y función social de la festividad del chivo, comenzamos con un fragmento de un poema local: “Añorando aquellas fiestas con guitarras o vitrola, la mecha pa la chonchona con tiritas de camisetas. Por las calles polvorientas entre casitas barro he visto pasar los carros cargados con lana o leña y los arreos pa las sierras desfilan por el pago”. El poeta sureño Asencio Villar, en un verso titulado “Tanto ha cambiado mi pueblo”, nos introduce a una reflexión basado en las memorias de localias, que se presentan como una síntesis que intenta plasmar el Festival del Chivo en la villa sureña, describiendo un entorno cultural con singularidades evidentes.

Entre el 18 y 19 de diciembre de 1982, se realizó el Primer Festival del Chivo en Malargüe, en el campo de deportes del Club Volantes Unidos. Fue organizado por la Municipalidad, en respuesta a la iniciativa de un grupo de vecino, donde se destacan Aldo “Pato” Celis, Juan Carlos Olivares y Juan José Rivero, pretendía mantener vivas las tradiciones locales y mostrarlas al país. La iniciativa de los creadores tenía como anclaje una realidad local. En Malargüe no había vendimia, en contrapartida buscaron un rasgo representativo local: el chivo y las tradiciones que se desarrollan en su crianza. Este primer festival, fue la génesis de un proceso patrimonial que tuvo continuidad varios años después, en 1987.

En los festejos populares, la intervención del Estado moderno en sus diferentes niveles (nacional, provincial, municipal) recupera y conserva bienes culturales para reafirmar su poder, re-significándolo. En Latinoamérica, la diversidad es constitutiva de nuestros países. El mestizaje cultural, sus experiencias y expresiones tienen raíces comunes, como la fuerte religiosidad popular. Está compuesto por los bienes materiales y simbólicos que la sociedad produce, le otorga sentidos y descarta, en los diferentes momentos de su devenir histórico. Estas operaciones se evidencian en el proceso de fortalecimiento del Festival sureño, identificado por sus concursos de canto y baile con la presencia de artistas de todo el país, donde se fueron agregando actividades de gran interés turístico, como el Triatlón de la Aventura, la Expocaprina, la Feria Artesanal y los festivales gauchescos.  Es importante destacar que durante esta década del ochenta, en Malargüe hubo un “boom cultural” se iniciaron o retomaron algunas fiestas populares, como la de la Nieve, la del Veranador, y el campeonato Nacional de Supervivencia en los Castillos de Pincheira, organizado por el Estado nacional y donde el turismo aventura y la resistencia deportiva eran los ejes del certamen.

En 1991 el festival se perfila como una política pública definitiva en el Estado local. El primer paso, fue por parte del Ente Nacional de Turismo que los declaró de interés turístico. Al año siguiente mediante el decreto 007/92, la Secretaría Nacional de Turismo le otorga la jerarquía de Festival Nacional. Con gran éxito se siguió fortaleciendo el festival durante varios años. En 1996 se realizó en forma simultanea con la Fiesta Provincial del Cordero. Ese mismo año, se realizó el concurso del hito gastronómico del festejo: el chivipán.

Gentileza: Archivo Histórico Malargüe

Esta década se adapta a la convicción de que el valor patrimonial cultural y natural de los bienes culturales en su condición de recursos no renovables, implica cada vez más asumir actitudes éticas por parte de quienes se relacionan a los mismos. Esto significaría la construcción de una ética social comprometida en la práctica con la protección, conservación, restauración y puesta en valor de los sitios/bienes culturales, una ética social que acentúe derechos y deberes de cada individuo respecto a su comunidad.

A lo largo del siglo XXI, la festividad se transformó en un eje fundamental de las políticas públicas municipales para potenciar el turismo, la economía y la cultura de Malargüe en el mundo. Es interesante observar como la fiesta se convirtió en un espacio de disputas, donde se hicieron festivales paralelos en protesta del mensaje cultural y la organización oficial, como así también censuras artísticas por parte de la religiosidad local en 2011. Las tensiones y disputas por los discursos se pueden presentar como una problemática, sin embargo, materializa la importancia de la representación simbólica que tiene el “ceremonial chivero” para los sureños de Mendoza.

Poner en valor los procesos de construcción de la fiesta popular, en lo que va del presente siglo, nos permite visualizar un concepto sumamente esclarecedor para comprender de fondo de que se trata tanta movilización social y representaciones simbólicas. El historiador Eric Hobsbawm afirma: “…Las invenciones de tradiciones responden alguna función social, principalmente a la de establecer o simbolizar cohesión social o pertenencia a un grupo real o artificial. Legitiman jerarquías sociales, y sobre todo, buscan inculcar, socializar, naturalizar creencias, sistemas de valores y códigos de conductas…”.

Finalmente quiero presentar la festividad icónica de Malargüe bajo un concepto, porque es un prisma ideal para observar la siguiente dinámica. Se trata de la corresponsabilidad social, supone elaborar narrativas en diálogo y disputa con los textos de la historia oficial. Esto permitirá pasar de la idea de una sociedad que recibe un patrimonio heredado a comunidades que se asumen herederas de un patrimonio cultural. Implica, a su vez, tareas de sensibilización sobre la importancia de las aéreas patrimoniales culturales, naturales y la biodiversidad; el rol de la educación plural; el vínculo entre patrimonio cultural y desarrollo económico de los pueblos; se vuelve instrumento para el entendimiento mutuo y la construcción del diálogo cultural y la paz, el fortalecimiento de identidades locales.

El devenir histórico del Festival del Chivo en Malargüe es consecuencia de una génesis pionera que tiene su arraigo en la iniciativa popular, el gran desafío es retroalimentar esa matriz fundadora, mediante una construcción ciudadana expansiva, que permita reconocernos en cualquier parte del mundo como un faro de resistencia cultural ante los discursos y prácticas hegemónicas. Lo que hacemos en la vida, tiene eco en la eternidad”, donde las herencias sociales de esta festividad, tienen intrínseco ese mandato, mantener el patrimonio inmaterial como una cultura viva a lo largo del tiempo.


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