Por Dr. Sergio Eschler
Represión, un demonio desbocado, una mujer como intendenta y víctimas secuestradas.
En las memorias del Departamento sureño, el Terrorismo de Estado, tiene un imaginario popular donde se percibe que no se desarrolló como en el resto del país. Sin embargo, operó fuertemente, dejando consecuencias que intentaremos poner en valor en el presente artículo. Para ello, los lectores realizarán un recorrido panorámico de las dimensiones político-institucional y el secuestro de víctimas de la violencia estatal, citando dos casos concretos.

El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, provocó el derrocamiento de las autoridades constitucionales en el país, produjo en Malargüe la destitución del Comisionado José Vicente San Julián que había asumido en 1975. Sebastián Kadomoto fue el interventor que comenzó la lista de jefes comunales de la dictadura militar, fueron siete en total.

En este marco, el interventor provincial, Jorge Sixto Fernández le propuso a Martha Barcia de Salomón dirigir los destinos de la comuna sureña. Tenía como antecedentes políticos dos periodos como concejal. Era esposa de Guillermo Salomón, Intendente durante la década del sesenta, fallecido en 1971. Con fuertes disidencias a la violencia institucional y a la jerarquía provincial, asume el cargo el 16 de junio de 1976, convirtiéndose en la primera y única mujer que ejerció la primera magistratura comunal. Su divisa de gobierno fue la racionalización, la austeridad, la disciplina y el orden. Aseveró al asumir: “El pueblo sabrá comprender que si logramos establecer los esquemas de dignidad moral a los que nuestra patria ha estado acostumbrada, lo demás vendrá con el tiempo, como lógica consecuencia”. Su gestión estuvo centrada en el trabajo en los distritos, realizando trabajos de infraestructura en salud, centros cívicos en Agua Escondida, mejoramiento del servicio eléctrico y agua potable. Se preocupó por la difusión de la cultura. Su renuncia se produjo el 28 de marzo de 1977 por razones de salud.[1]

Para reemplazar a Martha Barcia, asumió Aldo Cesar Suarez, hasta mayo de ese año. El 12 del mismo mes, es proclamado otro militar retirado de la aeronáutica, Ramón Sebastián Muñoz Pizarro, que se desempeñará en el cargo por cuatro años, hasta junio de 1981. No era oriundo de la villa sureña. Su mandato se caracterizó por un plan de obras públicas, varias campañas de salud y veterinaria, fomentó la participación popular en la municipalidad, mediante la formación de las “comisiones de trabajo” y la participación de las uniones vecinales, para debatir los problemas de la sociedad. Víctor Gabriel Ferrero (7/6/81 al 21/1/82); José Santiago Cascante (21/1/81 al 1/3/83) y Enrique Arturo Soler (23/3/83 al 11/12/83) completaron los siete años de gobiernos dictatoriales en el Sur provincial. [2]

En la dimensión política-institucional, se observa como los gobiernos militares, utilizaron “mecanismos sutiles” para penetrar en la sociedad. Designaban jefes comunales que tenían simpatía popular, lo que garantizó sumisión, respeto, y legitimidad. Los ciudadanos que asumieron guiar los destinos departamentales, lo hicieron bajo la convicción de que realizaban un acto de grandeza, un aporte fundamental para reconstruir la villa sureña, ya que conocían las frustraciones como pueblo de los sureños.[3]

La democracia se restauró en el Departamento austral, con el primer mandato de Jorge Vergara Martínez, llegó al poder representando a la Unión Cívica Radical. En su discurso inicial, expresó que se iniciaba un “gobierno de puertas abiertas” con la convicción de restaurar las libertades individuales y públicas, con la finalidad de reactivar la vida social y económica del mundo sureño.[4]

Mientras las instituciones y las políticas se desplegaban simultáneamente las redes del terrorismo de Estado en Malargüe se materializaba. El diseño instrumental administrativo territorial, tuvo como eje la Zona 3, que abarcaba un total de 10 provincias Córdoba, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Tucumán, Mendoza, San Juan y San Luis-, agrupadas en 3 subzonas. Dicha zona estaba asignada al III Cuerpo de Ejército, cuyo Comandante era Luciano Benjamín Menéndez. El área 331 estaba dividida en siete subáreas; la 3315 abarcaba los departamentos del sur: San Rafael, General Alvear y Malargüe. En 1976 su jefatura la ejercía la CIM VIII, a cargo del mayor Luis Faustino Suárez (f), seguido por el segundo jefe, el capitán Luis Alberto Stuhldreher. La policía provincial se encontraba bajo el control operacional del ejército.

Este esquema represivo, realizó desapariciones forzadas en la villa sureña. Uno de ellos, Hugo Riera, declaró en los Juicios de Lesa Humanidad: “Trabajaba en la mina El Huemul de Malargüe, que dependía de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Era encargado de personal, secretario de A.T.E. y presidente de la Juventud Peronista de Malargüe. Mi actividad se extendía más allá del barrio, luchaba por los derechos de sus compañeros de trabajo. Me trasladaron a la Departamental. Estuve cautivo casi siete meses, desde abril hasta fines de octubre de 1976. Me secuestraron en San Rafael, pero mi accionar laboral y militante se desarrollaban en Malargüe.[5]”

Otra víctima de estas prácticas represivas, fue Luis Barahona, declaró en la megacausa, los siguiente: “el 28 de abril de 1976 dos policías enviados por el comisario de Malargüe me secuestraron en mi trabajo en “Grassi”. Estuve en la comisaría 24ª y luego en Infantería. Al otro día, Musere, en la Municipalidad ordenó subir las escaleras en salto de rana, bajándome a patadas y puñetazos, “estuve más de una hora subiendo esa escalera”. Me vendaron los ojos, me pegaban en todo el cuerpo, me arrancaron el pelo y en una parrilla lo torturaron militares, policías y civiles, quedé tirado muy golpeado. No podía usar mis manos ni ir al baño. En la Departamental los detenidos “…me curaban con lo que tenían…Estuve muy mal”. Las torturas eran constantes, “…noche por medio… me hacían levantarse, hacer flexiones”. A los ocho meses me trasladaron a la cárcel de Mendoza y de ahí a La Plata, “…como animales, atados al Hércules en una parrilla, me maltrataron… y robaron todo.”[6]

Para finalizar estos recorridos políticos y las vivencias de las víctimas durante el terrorismo de Estado en Malargüe, les planteo una reflexión y un desafió. Si logramos pensar la localía en clave de Memoria, la Verdad y la Justica, hemos puesto en funcionamiento la capacidad del pensamiento crítico, siendo funcionales al fortalecimiento de la democracia como estilo de vida en nuestro querido terruño.
[1] BIANCHI PORRA Rosa, 2001, Memorias de Medio Siglo, Zeta Editores. Pag.87
[2] Ibidem, op cit pág. 87
[3] BIANCHI PORRA Rosa, 2001, Memorias de Medio Siglo, Zeta Editores. Pag.120
[4] Ibidem op. cit. pág. 127.
[5] PODER JUDICIAL DE LA NACION, TOF2, fundamentos de la sentencia. En: file:///F:/Backup%2008-07-2023/Documents/ARTICULOS%202023/SENTENCIA.pdf
[6] Ibidem, op cit.