“Las hijas de la montaña” es un corto documental dirigido por Ezequiel Berra que narra la vida de las hermanas Mansilla —Sonia, Marylin, Agustina y Adolfina— en su puesto de la zona del Manzano, en Malargüe. A través de su mirada cotidiana, el film visibiliza el sacrificio, la dedicación y el amor que implica mantener vivo un modo de vida ancestral: el del puestero.

El documental, cuya filmación comenzó en 2018, también cuenta con la participación de los padres de las protagonistas, Sebastián y Cecilia. Berra y su equipo vivieron durante días junto a la familia, registrando no solo las tareas rurales, sino también el profundo vínculo que los une con la tierra.
Tras la proyección, en el marco del Festival Pasturas -llevado a cabo la semana pasada-, el director expresó a este medio su emoción por el recibimiento del público: “Fue un momento mágico, muy emotivo. Estoy profundamente agradecido por el alcance que ha tenido el documental”, señaló. Además, cabe destacar que el films se quedó con el premio al Mejor Cortometraje.

Sin embargo, el corazón del film está en las voces de quienes lo protagonizan. Marylin Mansilla, en representación de su familia, compartió con Malalweb su orgullo por poder contar “el largo y silencioso trabajo que realiza la gente de campo”. Y también su preocupación: “Es mucho sacrificio y muy poco valorado, muy poco visto”, lamentó.
Para Marylin, más que un trabajo, la vida en el campo es un estilo de vida, una cultura en riesgo de desaparecer. “Estamos muy abandonados en todos los sentidos. Hay muchas necesidades, como el mal estado de los caminos hacia la veranada. Pero sobre todo, lo que más duele es no poder vender nuestros animales al precio que merecen. Eso da impotencia, cansa, porque de eso vivimos. Cada día que pasa es más difícil sobrevivir en el campo”, afirmó.

Esta situación crítica, según explicó, es una de las razones por las que muchos jóvenes abandonan el campo: “Sienten que no hay futuro en esta ocupación. Da mucha tristeza ver cuántos puestos están abandonados. Es el fin del puestero, y con él, el fin de una cultura”.
A pesar del panorama, Marylin tiene la esperanza de que el documental sirva para visibilizar esta realidad: “Ojalá los gobiernos escuchen, ojalá se empiece a valorar más a la gente de campo. Muchos no tenemos de qué más vivir. Para mi familia, este documental significa mucho”, concluyó.

El proyecto nació cuando Berra y su productora, La Chispa Films, acompañaron a una periodista a la escuela de Bardas Blancas. Allí conocieron a Sonia, una de las hermanas Mansilla, y en diciembre de 2018 participaron de un arreo con la familia. Ezequiel relalata ademas la experiencia de comunicarse solo por radio, algo impensado en las grandes ciudades “Ahí entendí la importancia que tiene este medio para la gente de las zonas rurales” relató.
El rodaje duró nueve días, pero el equipo volvió en noviembre del año pasado para registrar el paso del tiempo. Fue entonces cuando surgió una escena clave: una videollamada que muestra cómo la tecnología empieza, lentamente, a entrar en estos territorios.

Este trabajo representa la ópera prima de Berra y su socio, Nicolás Beaumont, en el género documental. La obra plantea, además, una reflexión ética sobre el vínculo entre realizador y protagonistas. Berra lo resume así: “Mi intención es darles voz, visibilizar una realidad y que eso genere algo en quien lo vea”.
Por su parte, ambos, director y protagonista destacaron la sensibilidad del proceso: “La relación se fue tejiendo de a poco, con el corazón abierto. Aprendimos mucho unos de otros” expresó Berra.
El director espera poder proyectar pronto el documental en la localidad de El Manzano, de donde es oriunda la familia, y enviarlo a festivales internacionales para seguir difundiendo esta historia tan necesaria.