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Categoría:
Sociedad

Malargüe como reservorio de la Diversidad Cultural en el siglo XXI

La verdadera riqueza de los pueblos indígenas está en su cultura y sabiduría ancestral.

Rigoberta Menchu

En su estudio “El porvenir de América Latina”, el pensador Manuel Ugarte[1], define categóricamente:

“Ninguna usurpación ha revestido caracteres más brutales que la conquista de América. Se puede decir que los heroicos aventureros que desafiaron los peligros de un viaje fantástico tenían almas de inquisidor. Hijos de un siglo que dignificaba la matanza, llegaban a las tierras vírgenes adiestrados para la violencia y el exterminio. Todo era justo contra los «infieles». No había crimen en ultimar a los hombres de diferente color que habitaban la tierra desconocida.”

El fuerte tenía derechos naturales sobre el débil, la sociedad era una torre de tiranías concéntricas. La fertilidad y el adelanto, lejos de ser un escudo, son un incentivo a la codicia de los imperios que se reparten los jirones del planeta. Hay que contrarrestar las invasiones imperialistas que extienden su deseo sobre la tentación del Continente dividido, hay que reunir los trozos para formar el bloque donde se romperán las flechas y hay que medir el campo con la confianza de los que saben que la historia les pertenece y que la vida es dócil prolongación de nuestros músculos.

La construcción de nuestro provenir tiene como condición un compromiso de autenticidad: ¿Qué somos en realidad? ¿Cuáles son las características que configuran el perfil particular de nuestro pueblo y de nuestro continente? Somos por excelencia un continente mestizo. Y es que sin negar los distintos componentes étnicos y las diferencias culturales que se dan entre las distintas regiones, el hecho es que, como dice Jacques Lambert, “la América Latina se ha convertido en la tierra del mestizaje”.

Ese “pequeño género humano” de que hablaba Bolívar es en realidad la raza mestiza, aunque mucho tiempo debía transcurrir antes de que los latinoamericanos nos conociéramos como tales y más aún para que comprendiéramos las potencialidades creadoras del proceso de mestizaje y lo transformamos en motivo de legítimo orgullo.

La revalorización de las culturas indígenas y la plena incorporación de las comunidades aborígenes a la Nación es otro de los retos que enfrentamos los latinoamericanos. Recordemos el apóstrofe de José Martí: “¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan porque llevan delantal indio, de la madre que los crió!”

“¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios!”  ¿En qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas de indios, al ruido de la pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles?”. Cabe señalar que hay momentos en nuestra historia en que el sentimiento latinoamericano se hace sentir con mayor vehemencia. Son los momentos en que América Latina se afirma frente a la agresión exterior. Entonces, más que nunca, es evidente que América Latina es una realidad innegable.

Cambiemos los rumbos de nuestra política, modifiquemos el espíritu de las costumbres, depuremos los ideales colectivos, favorezcamos las corrientes últimas, levantemos, en fin, el nivel moral de nuestra América, y cuando los años nos agobien y nos inmovilicen en medio del mundo victorioso. Bajo una cúpula de gloria el Nuevo Mundo latino se habrá elevado a la altura de las etnias que al negarse a desaparecer y al salvaguardar sus distintivas, defienden, con su concepción de la libertad y del progreso, un fragmento indispensable del alma universal.

La activación de una gran liga de la juventud hispanoamericana que haga un llamamiento a las universidades, al ejército, a las industrias, a los partidos avanzados, al arte, al periodismo, a todo lo que vive, y que apoyada en la identidad de origen, en las simpatías de la Europa latina y en la consciencia de una diferenciación fundamental; pese sobre los gobiernos, intervenga en los conflictos, corrija los errores, difunda la cultura y agite por encima de las fronteras el estandarte de la Confederación moral, tiene que obtener los sufragios de todas las inteligencias y todas las voluntades que hoy se ahogan en el ambiente desmoralizador de las patrias impotentes y fraccionadas.

El sur de Mendoza, era una tierra dominada por los pueblos originarios Pehuenches, Mapuches y Puelches que conformaban una nación originaria, una confederación, donde los medios de vida era tráfico de animales de un lado al otro de la cordillera. El actual departamento de Malargüe es, por definición, tierra de solidaridad entre nuestros pueblos en la actualidad y de duros conflictos en el pasado, se desarrollan valores y reconoce la realidad de su contexto pluriétnico y pluricultural. En la villa sureña, se destacan su toponimia araucana, la vida cotidiana de los puesteros/as, sus nombres, comidas, telares, modos de producción campesino y tradicional como la trashumancia, son un aporte fundamental a la convocatoria de construir el Nuevo Mundo Latino que describíamos en los párrafos anteriores.

Poner en valor una etapa de síntesis, en que se valoren los méritos a partir de cada cultura, tanto la hispánica como la americana, con un sentido objetivo y justo. Sobre estas bases auténticas reafirmaremos una verdadera identidad propia, no signada por la copia ni la adhesión ciega a otros patrimonios culturales foráneos, es el gran desafío de un Malargüe que se proyecta al siglo XXI, dejando visualizar “al Ser Histórico malargüino integral”, negado casi siempre, sin posibilidad de converger con otros mundos.


[1] En: https://www.labaldrich.com.ar/wp-content/uploads/2016/08/Ugarte-Manuel-El-porvenir-de-la-Am%C3%A9rica-Latina.pdf