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Sociedad

Sarmiento escribió con tizas y subrayó con sangre

En la introducción de Educación Popular[1], Sarmiento deja bien en claro los motivos por los cuales la educación debe ocupar un lugar clave en la construcción de las nuevas sociedades: “El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen; y la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar las fuerzas de producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posean”. Educar a las masas era condición para elevar la dignidad de la nación. Por esto, una persona que trabajaría en un espacio donde la imaginación no tiene límites, una persona que sería como un albañil, que derrumbaría muros y construiría a diario puentes para poder cruzar a nuevas fronteras.

Más allá de que haya sido consciente o no, el “padre del aula” le entrega a la clase dominante una herramienta poderosísima para hegemonizar ideológicamente al resto del país, especialmente a la clase media. En este sentido, sin ninguna duda, es un reaccionario, porque su concepción ideológica y política permite legitimar el orden semicolonial. Implanta la colonización pedagógica, es decir, logra el consenso aristocrático. Por esta razón, la Historia Oficial lo celebra junto a Rivadavia y Mitre, no por su gestión presidencial, ni por su literatura, sino por su ideología.

¿Hasta cuándo deberemos seguir asociando esta celebración con la figura de Domingo Faustino Sarmiento? ¿Cuál es el modelo cultural que contribuimos tácitamente a difundir, al presentar a Sarmiento como paradigma de la educación popular y de la nacionalidad argentina? Un ejercicio útil y didáctico consiste en dar la palabra al propio Sarmiento a partir de sus juicios y consejos, sobre aspectos esenciales de un programa democrático elemental.

Comencemos por su opinión sobre los argentinos, “una dañosa amalgama de razas incapaces e inadecuada para la civilización –afirmaba–. Los argentinos somos pobres hombres llenos de pretensiones y de inepcia, miserables pueblos, ignorantes, inmorales y apenas en la infancia. Somos una raza bastarda que no ocupa, sino que embaraza la tierra”. “En las provincias (argentinas) viven animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”.

Para los pueblos originarios su receta era el genocidio: “¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar”. La misma recomendación se aplicaba al mestizo, el gaucho: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos”.

Algunos años después presentó “El plan definitivo: asegurar los principales puntos de la República con batallones de línea, o lo que es lo mismo, apoyar a las clases cultas con soldados contra el levantamiento del paisanaje. Si mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”.

La identidad americana sólo le merecía repudio: “Dicen que somos amigos de los europeos y traidores a la causa americana. ¡Cierto!, decimos nosotros ¡somos traidores a la causa americana, española, absolutista, bárbara. ¿No han visto revolotear por ahí, sobre nuestras cabezas, la palabra salvaje?”. Para él, los paraguayos serían “descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto a falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos perros ignorantes. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: “raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”.

Sus campañas desembozadas para incrementar el patrimonio territorial chileno a costas del argentino llegaron a merecer el juicio de “traidor a la patria” de alguien que no era precisamente un modelo de patriotismo: su compadre Bartolomé Mitre.: “He contribuido con mis escritos –reconocía Sarmiento– aconsejando con tesón al gobierno chileno a dar aquel paso en el estrecho de Magallanes que pertenece a Chile y quizás toda la Patagonia.”

En definitiva, nadie puede negar los méritos de Sarmiento con respecto a la enseñanza, sus escritos, aunque siempre se pueden desarrollar pensamientos alternativos.  Pero no hay que disimular sus ataques racistas contra los naturales y el gaucho, su crueldad con respecto a la guerra al Paraguay, a la estigmatización sistemática de las clases populares de sus tiempos y pretéritos. Y su enseñanza sólo para el “progreso”, ese progreso que fue para pocos, bajo la denominación de Educación Popular.

Seguramente, si el proyecto cultural y social del unitario, hubiese sido hegemónico en el siglo XX, nuestro querido Malargüe seguiría condenado a la “barbarie primitiva” a la que estuvo sometido, por la generación del ex Presidente durante todo el siglo XIX. Por eso, no solo es fundamental el rol docente en departamento sureño, ya que es una función social en la frontera, en la ruralidad y en la lejanía, sino que es necesario promover una revolución de las conciencias, con el objetivo de actualizar los perfiles de nuestros referentes, repertorios y prácticas, bajo el pensamiento crítico y estratégico, construyendo una auténtica educación popular, donde la ciencia, la tecnología y la descolonización pedagógica, sean las nuevas bases de la instrucción pública.

Un buen comienzo, de la Revolución de la Conciencias, es trabajar sobres los nombres de las calles de nuestra villa sureña. Si las calles sirven para encontrarse y perderse en la historia argentina, en nuestras nomenclaturas encontramos una gran militarización, en muchos casos, impulsaron el proyecto de Civilización y Barbarie sarmientino. Un gran proyecto consistiría en reemplazar los nombres de esas arterias, por los destacados trabajadores de la educación del Sur, desde 1950 a la fecha. Una excelente reivindicación a la educación pública, como eje central de la malargüinidad, en claro gesto en clave de libertad y soberanía.

Como cierre me permito recordar una ilustración cotidiana:

“Un director de una Escuela riojana, ilustra las dificultades de las maestras para responder a una pregunta insistente de los alumnos de primaria: “Seño, ¿por qué está colgada en las paredes de las escuelas el retrato del autor intelectual del fusilamiento del Chacho?”. Luego de 41 años de democracia ininterrumpida, creo que esos niños riojanos nos están señalando el camino.”

Referencias bibliográficas:


[1] Escrito icónico del sanjuanino escrito en 1849 a partir del estudio de los sistemas escolares de varios países europeos y de los Estados Unidos. Sarmiento viajó por Europa y los Estados Unidos a partir del encargo del gobierno de Chile, interesado hacia fines de la década de 1840 en contar con un proyecto de organización de la educación en el país.